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13 de agosto de 2014

Experimento empático. El acoso callejero filmado por una cámara oculta.


Empatizar no es una cuestión complicada si hay predisposición y ganas de mejorar como persona. No hay que ser muy duro con uno mismo sino todo lo contrario, permitirse la capacidad de ser otro por un instante y comprender lo que le toca vivir a ese otro para entender lo que no está saliendo bien y corregir las prácticas sociales que asumimos por costumbre o comodidad. Una acción de cambio y la conciencia de lo que trae de bueno la modificación de la conducta, alcanzan para cambiarlo a uno y si uno cambia, cambia el mundo.

En este caso podemos imaginarnos qué sucede cuando una mujer sale de su casa a trabajar. El constante acoso que los hombres les propinan, sin ser conscientes de lo que significa tener que soportar estas mismas escenas repetidas veces en el día, incluso con la posibilidad de toparse con un violento, un agresor o un violador, puede terminarse con este experimento.


Quizás no lo hayas pensado o quizás no te importe. Lo cierto que el acoso a las mujeres es un problema pendiente de resolución en los países que se consideran libres y que no son abiertamente hostiles al género femenino o que directamente los consideran bienes transables.

Para que las sociedades misóginas o machistas evolucionen a sociedades que practiquen la igualdad y sean respetuosas de cualquier individuo y sus elecciones de credo, identidad, pensamiento, ideología, es preciso terminar con las prácticas sociales que perpetúan este ciclo vicioso en donde no se ve como una agresión al acoso. Ponete en los zapatos de una mujer y pensá si tolerarías el acoso diario de hombres que no pueden dominar sus hormonas...

Es probable que te surjan justificaciones para haber piropeado a silbado a una mujer, quizás te resulte exagerado. Lo cierto es que no lo es. No es el lugar, no es lo correcto ni tampoco su ocasional vestimenta justifica tu arrebato hormonal. Pensalo.

La única posibilidad para el cambio es creando conciencia.


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